CRECEMOS

Vaya tormentón. Está jarreando. En ocasiones así, da gusto estar a cubierto, tener un refugio y por qué no, ponerse a escribir de nuevo el blog que tengo taaaan abandonado.

Retomo con buenas noticias: la llegada de dos niños nuevos a Malayaka House. Y lo voy a dividir en dos partes porque si no va a ser tan largo que vais a pensar, qué bien que hace tanto tiempo que no escribo…

En fin, que sucedió hace algo más de un mes. Un día como otro cualquiera Robert recibió una llamada de Agnes, la jefe de policía que se encarga de todos los casos relacionados con niños: abandonos, maltratos, abusos, etc. Y desgraciadamente, tiene mucho trabajo.

Robert fue a la comisaría sin decir nada a nadie, y volvió a casa con dos niños. Uno era Georgi, un bebé de 8 meses, y otro Arnold, un niño de 6 años.

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Al llegar, juntó a los niños y a las aunties para contarles lo que había pasado, les explicó quienes eran, y lo importante que era que les dieran una bonita bienvenida y les acogieran desde el primer momento con los brazos abiertos. Y la verdad que, dicho y hecho.

Yo estaba en mi cuarto y cuando salí y vi a Robert con un bebé en brazos le pregunté “es esto lo que creo que es?” Y me respondió, “Sí”. ¡No me lo podía creer! Llevábamos meses hablando de que debíamos empezar a acoger a más niños… que a partir del año que viene hablaríamos con las Autoridades y les diríamos que estábamos otra vez preparados. Pero el destino quiso que fuera antes y que Agnes pensara en Malayaka House cuando Georgi apareció.

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A Georgi le abandonaron al más puro estilo postguerra española: en una iglesia y con una bolsa de ropita al lado. Solo faltaban las monjas.

Catherine, una mujer ugandesa que asiste a esa iglesia, escuchó el llanto de un bebé y le encontró fuera, tumbado en el barro y llorando desconsoladamente. Miró alrededor y no vio a nadie, y claro, se temió lo peor: alguien le había abandonado. Decidió llevarse al bebé a su casa y al día siguiente lo llevó a la comisaría. Allí decidieron que Malayaka House sería un buen hogar para él y por eso llamaron a Robert.

Lo que sucedió después fue sorprendente y cuando os lo cuente os dará una buena idea de cómo es este país.

Pasados un par de días, Agnes llamó a Robert y le dijo que la madre había aparecido en casa de Catherine diciendo que quería volver a recuperar a su bebé. Ella la entregó a la policía, y la detuvieron.

Fuimos al día siguiente Auntie Winnie y yo a verla a la comisaría. Que madre mía, vaya lugar. Empezando por el olor que se respira en cuanto entras allí. Mami, ya sé que estarás pensando que claro con mi olfato, normal, pero no, este olor lo percibiría cualquiera…

Para llegar al calabozo donde estaba la madre, tuvimos que atravesar un largo pasillo donde había otras dos celdas o tres celdas para hombres, repartidas en ambos lados. Y como una de esas imágenes que vemos en las pelis, muchas manos saliendo de él. Y en todos los tonos posibles, decían “mzungu, mzungu help me here”.

Y allí al final del pasillo estaba la madre de Georgi. Dormida tirada encima de un colchón en el suelo, sucia, mojada, y con un olor a orina que echaba para atrás. Agnes la despertó desde fuera y ella empezó a hablar con un hilo de voz, con un tono que denotaba que estaba, como dicen los peques aquí, “tulululu”. Auntie Winnie empezó la conversación en luganda, preguntándole si sabía qué hacía allí, y ella desvarió durante unos 10 minutos, que a mí se me hicieron eternos, y luego cuando Winnie le dijo que éramos nosotros quienes teníamos a su hijo, entonces de pronto, zas, cambió el tono de voz, y parecía una mujer normal. Nos dijo que quería a su hijo de vuelta, que por favor la ayudáramos, que lo había abandonado como castigo al supuesto padre porque él le había dicho que ese hijo no era suyo porque no se parecía a él…  que estaba muy arrepentida, que sabía que había hecho algo muy malo… Pero cuando le preguntamos qué quería hacer con su hijo y con su vida, dijo que volver con el marido. Curiosa forma de enfrentarse al problema: volver a casa de un hombre que no reconoce a tu hijo y pensar que todo va a ir bien.

Vaya tela.

Le pedimos el teléfono de alguien de su familia, y Winnie llamó a su padre. Nos colgó diciendo que no quería saber nada de su hija. Intentamos llamar también a su hermana, y no contestó el teléfono.

Después de pasar allí un par de horas, estaba claro que la mujer tenía algún tipo de problema mental, yo no soy ninguna experta en ello, pero como dijo el supuesto marido tenía un “on – off” y en sus palabras, estaba “mentally ill”. Que por cierto este ser, por llamarlo de alguna forma, estuvo también detenido pero se escapó de la comisaría porque uno de los oficiales le dejó salir fuera a comprar “airtime” (saldo para el móvi) y todavía le andan buscando. O eso dicen.

En fin, que cuando volvimos a casa, hablamos con Robert y aunque la decisión de qué hacer no era nuestra, en un país donde los servicios sociales son prácticamente inexistentes, iba a contar mucho lo que nosotros planteáramos.

Finalmente Agnes y John, lo más parecido a un trabajador social que tiene el municipio de Entebbe (en realidad traducido sería “oficial de libertad condicional y bienestar social”), decidieron que hasta que consiguieran ponerse en contacto con la tía de Georgi y ver si ella podía hacerse cargo del bebé, se quedaría en Malayaka House. Y mientras a la madre, en palabras de Agnes, le harían un examen médico para determinar si estaba cabal y si lo estaba, entonces la enviarían al juzgado y si no, a un hospital para enfermos mentales. Pero así entre nosotros, ni una cosa ni otra va a suceder. Si está enferma, nadie la va a ayudar a ponerse mejor.

John nos dio hace un par de días el informe sobre Georgi, y decía: “mother mentally unstable”, y dijo, por ahora y por una larga temporada, se quedará con nosotros. Y luego ya veremos.

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Por cierto que el otro día nos encontramos a Agnes haciendo guardia en la calle, y así hablando de una cosa y de otra, le dijo a Robert que quería su “apoyo” (evidentemente “económico” tenéis que leerlo entre líneas) para organizar una cena con sus amigos por Acción de Gracias. Y resulta que Agnes es de lo mejorcito que tiene Entebbe.

De nuevo, vaya tela.

En fin, que Georgi lleva aquí ya algo más de un mes y ahora es un bebé feliz. No era así cuando llegó.

Imaginaos como debió ser para él que de repente tu referente en la vida te abandone y durante unas horas estés solo, llorando y sin que nadie acuda a ayudarte. Lo siguiente es que una extraña te lleve a su casa, y después aparezcas en una casa llena de niños y de gente nueva alrededor. Bastante bien se adaptó el pobre.

Las primeras noches dormí con él porque estaba totalmente descolocado. Cuando estaba en brazos y empezaba a quedarse dormido, nos agarraba la ropa con su manita como aferrándose a algo seguro. Y ya una vez dormido no había forma de ponerlo en la cama, porque se despertaba llorando como pidiendo que no lo volviéramos a abandonar otra vez. Así que los primeros días se los pasó con auntie Bea de colchón, y auntie Bea más feliz que una perdiz. Eso sí, agotaita.

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Poco a poco Georgi se fue acostumbrado a su nuevo hogar y ahora es el rey de la casa. Sonríe todo el rato, está a punto de andar, ya dice adiós con la mano y está regordete como un niño español. Vamos, como debe ser.

 

 

La energía de la casa, con un bebé nuevo, es nueva y refrescante. El resto de niños le adoran y no hay ni un momento en el que no esté en brazos de alguien. Le hacen carantoñas, le sonríen, le tocan, juegan con él… es una pasada ver cómo le quieren y cuidan de él. A mí hay veces que se me saltan las lagrimillas al verlos.

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Y también se me saltan las lágrimas cuando pienso la suerte que tengo de haber vivido esto, y de ser testigo de cómo el proyecto de Malayaka House sigue creciendo y cómo entre todos podemos sacar pecho y estar orgullosos de los que hacemos. Poquito a poquito, granito a granito, seguimos trabajando para devolver a más y más niños la oportunidad de una vida y un futuro mejor.

Gracias, Georgi.

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Siguiente capítulo: Arnoldi, el niño más dulce del mundo.

About bea

Vivo en Uganda donde colaboro con lo que se ha convertido en mi nueva vida: la casa de acogida Malayaka House. En este blog pretendo contaros sobre este proyecto, así como mis experiencias en Uganda, y poder haceros llegar un pedacito de aquello y de lo que estamos haciendo.
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3 Responses to CRECEMOS

  1. Prado says:

    P-R-E-C-I-O-S-O!!!!!
    El Niño, tus palabras, los niños, las aunties… Y las consecuencias de todo ello… El crecimiento d Malayaka por todo lo que ello supone… ( deseando leer la 2 parte)!!! Bss auntie Bea!!!

  2. msb3012@hotmail.com says:

    Me encanta! Y qué lindo es, dan ganas de morderlo. Va a ser feliz allí!! Besitos guapi

  3. Hola Bea, me gustaria comunicarme contigo, el próximo año viajaremos a Kampala Dios te bendiga por la tarea que realizan y gracias por hacernos parte enviandonos mails. Betty Date: Fri, 24 Oct 2014 14:25:07 +0000 To: africabarrios@hotmail.com

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